Es abril de 1975, y juegan Sheffield United contra Leicester City por la primera división de Inglaterra. Unos buscan clasificar a copas europeas, los otros se acaban de salvar del descenso y no tienen mucho para ganar ni perder. Dos jugadores destacan por sobre el resto. Por técnica, sí, pero sobre todo por estética y personalidad. Rubios, pelilargos y extrovertidos, Anthony William “Tony” Currie y Alan “Birch” Birchenall son las figuras de cada equipo.
En un avance de Leicester, Currie corre a Birchenall. Chocan mientras persiguen la pelota, caen y ruedan por el césped. Quedan sentados uno al lado del otro. Se ríen. Son amigos desde hace varios años. Se miran y el loco de Birch -amigo y compañero de copas de George Best- le dice a Tony: “Dame un besito, TC”. En inglés, la frase textual fue “Give us a kiss”. Un jugueteo del argot popular que usa la primera persona del plural en lugar de la primera del singular como para exaltar el cariño mutuo. La cuestión es que Tony le hace caso y le da un besito en los labios. Un piquito, bah. Es todo una gran broma para ambos. Un momentito de diversión en medio del partido. Se ayudan mutuamente a levantarse y siguen jugando.
Sheffield gana 4-0. Currie, jugador de selección, hace un gol con un zurdazo desde más de veinte metros de distancia. Pero lo que ocupa la tapa de los diarios al día siguiente es otra cosa. Un fotógrafo del Sunday Mirror captó la secuencia del beso entre los muchachos. El diario la publicó junto a un texto que decía algo así: “Son unos amigos tan cercanos que eligieron una manera menos convencional que el apretón de manos para zanjar una disputa”.
La foto se transformó en un icono del fútbol inglés. El hecho ganó un nombre propio: “The kiss”. El beso. Y se armó un revuelo fenomenal.
“Cuando desperté, mi mujer entró enfadada en el dormitorio y me lanzó un ejemplar del periódico a la cara ¡Por las fotos y su reacción parecía que nos hubiéramos dado una mamada!”, cuenta Birchenall en el libro The Matador: The Life and Career of Tony Currie, del escritor Eliot Huntley.
En esa biografía, el propio Currie reconstruye aquel hecho que perduró en la memoria colectiva del pueblo británico: “Había bajado a mi propia área a defender un poco, algo que en esos días, los fanáticos probablemente te lo pueden confirmar, no era algo que me identificara para nada. Birch y yo chocamos al ir por un balón y quedamos sentados, uno al lado del otro. Nos miramos y nos reímos, y Birch me dijo la famosa frase: “Give us a kiss”, así que lo hice. Habíamos sido amigos por mucho tiempo, pero puedo decir que nunca fuimos tan cercanos como en esa fracción de segundo”.
El beso se hizo inmediatamente famoso y fue tratado como un tema de interés nacional. Estaba en los noticieros e incluso alguno se preguntó en el Parlamento en qué se estaba convirtiendo el deporte. Cuando la foto se hizo conocida en Europa, los dos futbolistas se transformaron en representantes involuntarios de la comunidad gay, particularmente en Alemania, donde fueron tapa de la revista International Man, habitual militante a favor de los derechos de los homosexuales. A Birchenall, una publicación gay alemana le pidió que escribiera una columna semanal (él no aceptó) y lo invitaron junto a Currie a que asistieran a una premiación de la foto cuando obtuvo un galardón en París (al que no asistieron).
“Fue muy extraño. Yo en el momento del beso ni siquiera había pensado en si era algo gay. Tony y yo lo hicimos instintivamente”, cuenta Birch. “Pero mirando la fotografía en retrospectiva… se ven dos chicos lindos, con pelo largo rubio, besándose en los labios. Éramos atletas, futbolistas, y nunca había habido una foto así. ¡Y de esto ya hace 40 años! Es difícil de creer. Hoy todo el mundo se besa, pero en ese momento era un tabú. Difícilmente pase un día sin que alguien me hable del tema. Igual, ni Tony ni yo nos arrepentimos. Con los años se ha visto como lo que era: un momento espontáneo de diversión entre dos compinches. Estoy orgulloso de haberlo hecho”, añade el ex Leicester.
“Todavía hoy tenemos que explicarle a la gente que no somos ni fuimos pareja. Nunca pensé que ese gesto tendría semejante impacto”, se sorprende Currie. “Cuando salimos juntos socialmente, siempre llevamos a nuestras mujeres, para que nos hagan menos preguntas”, bromea. Y reflexiona: “Éramos los jugadores más extravagantes y extrovertidos de la época. A pesar de lo que parece en la foto, no somos un par de rubios tontos”. El bueno de Currie disputó 545 partidos en su carrera, 17 de ellos para su selección, y metió 83 goles.
“Tony se transformó en un gran jugador, pero a mí me recuerdan básicamente por dos cosas: un gol que le hice al Leeds y el beso a Tony Currie. Eso encapsula mis 18 años de carrera”, se ríe Birch, que jugó 499 partidos y convirtió 79 goles en su extenso recorrido por 11 clubes ingleses y uno estadounidense. “Si voy ser recordado por algo, quiero serlo como un jugador que se divertía en la cancha”.
En el estadio de Leicester cuelga una gigantografía en blanco y negro de aquella foto que los hizo famosos. A partir de entonces, ambos jugadores han repetido el hecho todos los años, como una suerte de auto homenaje.
Consultado hace poco por el peor momento de su vida futbolística, Bichenall respondió con el humor de siempre: “Besar a Tony Currie… Todos los años repetimos ese beso y se vuelve más feo cada año”.