Un trabajo imperdible sobre las cuatro décadas minimizadas por la era del profesionalismo pero que, sin dudas, están llenas de grandeza.
El libro fue publicado originalmente en diciembre de 1992. Tres mil ejemplares que se vendieron en poco tiempo. Ahora se presenta una edición ampliada, en la que se suman estadísticas, como resultados de partidos y tablas de posiciones. También hay fotos y dibujos de época. Y relatos sobre jugadores y equipos. Para actualizarlo, Iwanczuk –fundador del Centro para la Investigación de la Historia del Fútbol (CIHF)– trabajó con un equipo de personas que le brindaron ayuda con la diagramación y la distribución. Todo a pulmón. El autor siguió adelante, lo reeditó y ahora lo vende por su cuenta a través de la web. «La primera entrevista –le recuerda a Líbero-Página 12– se la hice a Horacio García Blanco», uno de los más grandes referentes del periodismo nacional.
«Tomé dimensión cabal de nuestras omisiones cuando me topé con la Historia del fútbol amateur en la Argentina, de Jorge Iwanczuk. Leyendo por primera vez sus páginas comprendí como nunca la magnitud del despropósito. La injusticia. Esa es la palabra más precisa que encuentro para definir lo que sentí al leer los informes formidables de los hermanos Brown, del Racing de Francisco Olazar, Alberto Ohaco y Juan Perinetti, del Boca cinco veces campeón de Américo Tesoriere, del Huracán cuatro veces campeón de Césareo Onzari y Guillermo ‘Filtrador’ Stábile y, entre otros, del Gimnasia y Esgrima La Plata de Francisco Varallo, campeón de 1929″, prologa el periodista Ezequiel Fernández Moores. «Este trabajo no pretende constituirse en el único y definitivo, pero sí aspira a ser un punto de partida para que otros puedan completar la tarea de búsqueda», invita el autor en su Nota al lector.
Son 408 páginas que incluyen los resultados de más de 10 mil partidos «hasta hoy desconocidos». Hay «copas, torneos inconclusos y partidos anulados». «Varios historiadores han aportado datos para enmendarlos e incluso se han logrado obtener muchos de los cincuenta y cinco resultados faltantes en la primera edición. Hoy sólo restan dieciséis», anuncia el autor en las primeras páginas.
«En los primeros años, los británicos nos cagaban a goles», se sonríe Iwanczuk. «Venían en invierno, acostumbrados a jugar en el barro y nos daban un baile», agrega. Hasta que apareció Racing, «que inventa el estilo rioplatense: jugar por abajo».
Para entrar en el tema, la escritura comienza con los orígenes del juego: diferentes elementos utilizados como pelotas y en distintos ámbitos A veces hasta se jugaba con cabezas de animales, según la cultura de la que se tenga información. Después aparecieron las reglas de lo que derivó en el rugby y luego en el fútbol. Reglado, se inició en Inglaterra y trascendió sus fronteras, a fines del Siglo XIX. Canadá, Sudáfrica, Australia y Estados Unidos son los países que primero lo recibieron. Aparecen las federaciones y desde ahí pasamos a la Argentina. Partidos entre ingleses y argentinos, entre equipos no británicos, argentinos contra uruguayos y selecciones. En 1912, Argentina se adhiere a la FIFA. Hay que leer, entonces, los nombres y apellidos de quienes dieron los primeros pasos para el crecimiento del fútbol local.
En 1891 se había jugado un torneo ignorado por la AFA, que recién dio el visto bueno al de 1893. Así quedó registrado oficialmente. Los barrios y también las escuelas son fundamentales para fomentar el deporte y sobre todo el fútbol. Los recorridos de los trenes difunden la actividad. Cerca de las estaciones se arman las canchas. Lomas A.C., Quilmes Club, Buenos Aires Railway y Saint Andrew’s dominan la escena. El Rosario AC aporta lo suyo. Y aparece el famoso Alumni de los hermanos Brown. «Alumni y Brown son como sinónimos», suelta el autor.
Muy explicativo es el texto sobre la visita del Southampton a nuestro país, en junio de 1904. «Jóvenes vigorosos que respiran vida por los poros. Son amables, simpáticos y reparten alegría por todas partes», recuerdan los periodistas uruguayos de su visita previa a Montevideo. Una ovación los recibe en el puerto de Buenos Aires. Se los agasaja en el Jóckey Club. Ganan, gustan y golean tanto en Argentina como en Uruguay. Para 1912 se despide el legendario Alumni, «colmado de pibes del colegio que no podían competir con los otros clubes que se dedicaban cada vez más al fútbol. No había recambio», explica Iwanczuk. Ya entonces el profesionalismo pedía cancha. Los tiempos cambiaban.
En 1915 asciende San Lorenzo y los cinco grandes inician la hegemonía que mantienen hasta hoy. Hay, además, clásico platense. Iwanczuk nos habla del jugador Ernesto Sande, cuyo apellido se convertiría en una marca registrada en Independiente. Crece el fútbol rosarino y los medios de comunicación hablan cada vez más de este deporte. Hay violencia en las canchas y en la sociedad, se lee en la contextualización del autor. River y Boca ya son los más populares: ganan campeonatos mientras crecen Banfield y Huracán. Todo se ve y se lee en blanco y negro; incluso El Gráfico, que deja la información general para darle más atención a los deportes. Copa Municipalidad de Buenos Aires, Copa Competencia, Copa de Honor Cusenier y Copa Jóckey Club. Cada vez más torneos y más entusiasmo. Iwanczuk no escatima datos ni hallazgos. Como cuando nos dice que en 1911 existían las figuritas de futbolistas, equipos y camisetas. Algunas se vendían con los chocolates.
Viaje espectacular en el tiempo, Historia del fútbol Amateur en la Argentina es al mismo tiempo una forma de entender cuánto tiempo vivimos desmereciendo una historia tan grande como la de nuestro fútbol, que arrancó mucho antes del profesionalismo.
FOTO: Huracán del 26. Arriba: Bartolucci, Settis, Souza, Negro, Federici y Pratto. Abajo: Loizo, Spósito, Stábile, Chiessa y Onzari.