Víctor Hugo Morales nació en Cardona, es uno de los relatores más emblemáticos del Río de la Plata y este lunes cumplirá 75 años. Por esto, van cinco cosas que quizás no conocías del periodista que anunció que planea retirarse próximamente.
Debutó en la radio a los 16 años
Víctor Hugo Morales nació en Cardona y vivió allí hasta los 16 años, cuando se radicó en Colonia. Ahí, mientras trabajaba en Radio Colonia, inició su carrera. Según contó en una entrevista para Revista Crítica, fue un 20 de abril. “Esa misma tarde conocí a los dueños de la radio que me dieron trabajo ese día. A las seis de la tarde leí un aviso de Las Cuartetas, la pizzería de Buenos Aires”, contó. “Estaba muy nervioso, tuve que leerlo de pie, medio agachado e inclinado sobre el micrófono, porque no había asiento para mí”. Más adelante, con 19, se encargó de su primer relato en un partido del una selección juvenil argentina. “Recuerdo un enorme miedo, temor, pánico. Pensaba que me iba a quedar disfónico. Estaba preocupadísimo”.
La cárcel lo llevó a Argentina
Se radicó en Buenos Aires en 1981 luego de haber sido encarcelado. Así se lo contó a El País: “Me sentí un poco perseguido. Me amonestaron muchas veces por algo que había dicho, cuando aquello del jugador Filipini de Defensor que saludó a su hermano detenido en la cárcel de Libertad y yo adherí al saludo; me llamaron y me dijeron que tenía ‘tarjeta amarilla’”. Más adelante, estuvo 27 días preso luego de un incidente durante partido de fútbol que jugó para hacer un beneficio. “Me asusté”, reveló. “El medio además era chico, la relación con los dirigentes en general era mala. Estando preso me visitaron de Argentina, dos periodistas amigos, y salió el tema de los temores. Me dijeron: ‘A vos te mandan un contrato mañana si querés’. Les dije que le metieran para adelante y luego, estando más asustado por irme que por quedarme, ya no podía echarme atrás, cuando efectivamente volvieron con una oferta. Y me fui. Una locura que salió bien”. Así llegó a Radio El Mundo, donde cambió su vida.
Fue muy amigo de Maradona
Morales fue el responsable del histórico relato del gol que Diego Maradona anotó contra la selección inglesa en el Mundial de México 1986. “Barrilete cósmico, ¿de qué planeta viniste para dejar en el camino a tanto inglés, para que el país sea un puño apretado gritando por Argentina?”, narró en el llamado “gol del siglo”. Ese fue el inicio de una estrecha relación con el astro argentino. “Amaba a Diego, quería profundamente a esa persona, nos teníamos mucho respeto en el juego natural del protagonista y el periodista”, dijo tras su muerte. En 2014 trabajaron juntos en De Zurda, un programa de Telesur que condujeron durante el Mundial de Brasil. En 2018 repitieron la experiencia con un especial llamado De la mano del 10. “Diego muere el 25 de noviembre, en diciembre se me viene una sucesión de catástrofes. Hay un antes y después de Maradona en mi salud. Tiene que ver con el dolor en el pecho y la angustia”, dijo tras su fallecimiento.
El covid le dejó varias secuelas
El año pasado, el uruguayo estuvo internado casi dos meses, producto de una neumonía bilateral a causa del coronavirus. “No tuve conciencia de lo grave que estaba. Lo sabía mi familia, pero no lo supe yo hasta que había pasado el momento más severo”, comentó en una entrevista para Radio El Destape. Enseguida dio más detalles: “Esto es gravísimo; creo que nunca en mi vida me voy a recuperar de los efectos del covid. Hay secuelas de órganos que se han debilitado en función del tiempo que estuve internado… Yo era un tipo con una salud extraordinaria. Eso empezó a deteriorarse un poco, una cuestión del corazón que con un marcapaso ya estaba bien, y después vino el covid”.
Se retira, ¿y vuelve a Uruguay?
El domingo, luego de que Argentina triunfara en la final de Qatar 2022, el relator sorprendió con una revelación: “Da mucho gusto empezar a decirle adiós al fútbol y al relato de los campeonatos mundiales. Si Messi dice adiós, nos vamos con él. Te digo adiós, fútbol. Te digo adiós y gracias”. Si bien pretende relatar algunos partidos más, aseguró que ese sería su último trabajo en un Mundial. Por otra parte, en octubre ofreció una entrevista para el ciclo Lado B de TV Ciudad, donde habló de sus ganas de volver a radicarse en Uruguay. “Este es mi lugar: es el sitio donde, si me dan los tiempos, vendré a terminar mi vida”, dijo. “Uruguay tiene mis raíces, mi formación y mi historia personal”.
–¿Cómo se prepara para relatar un partido?
–Descansando lo mejor posible la noche anterior; comiendo lejos del partido y liviano. La digestión gravita en todo lo que es el pensamiento y las ideas. Después yéndome a la cancha, esperando estar bien, para ver bien a los jugadores.
–¿Cómo se logra?
–Los relatores necesitamos de la precisión. Si lo soy, no tengo que pensar quién es, cuando la pelota va para un jugador. Lo detecto. Ocurre como cuando el arquero le pasa la pelota a un compañero, y este la para con el empeine sin especular cómo. Si uno transmite un partido con el dominio pleno de cuáles son los jugadores, y cuando la pelota va para un tipo ni pensás lo que estás diciendo porque sale solo, tu trabajo es el mejor.
–¿Le pasó?
–Pasa. A veces, por ejemplo, uno se raya con un jugador, y lo ve más que a otros. O puedo ignorar a alguno.
–Ahí entra a jugar el inconsciente.
–A un tipo que se llama Juan, le digo Ramón. No se sabe por qué. El otro día, por ejemplo, relataba un partido donde un lateral se llamaba Nervo, y cada vez que agarraba la pelota pensaba en el poeta Amado Nervo, y no me salía el nombre. Lo tenía escrito, pegado en un papelito delante mío en el vidrio de la cabina, y no me salía.
–Construye con su relato un espectáculo para el oído del oyente. ¿Qué pasa si no aparece la belleza en el partido?
–Lo mismo que le pasa a alguien que le gusta mucho el cine, y al comentar o criticar una película se excita y la disfruta. Y cuando es mala, se esfuerza por recrear el espectáculo, apelando a la crítica, a la ironía, al humor. Recurro al bagaje intelectual, que está hecho de información, experiencias, inventiva, creatividad y talento, si se lo tiene.
–Por ejemplo, ¿cómo nutrió hoy ese bagaje informativo?
–Ya me leí todos los diarios. Primero La Nación, para sacarme ese peso de encima. Como tener que tomarse una pastilla amarga, y después viene algo rico. Después Tiempo, que tiene mucha información y también muchos comentarios. Hoy la nota de Roberto Caballero está impecable. Después Página. Y finalmente Miradas al Sur.
–También se nutre del cine y la literatura.
–Fundamentalmente de la literatura. Cuando uno lee, le quedan frases, ideas. Inevitablemente uno pone mucha atención al leer. Y después la metáfora sale con el color, con lo que pensás. El teatro también es un gran alimento, las artes en general.
–¿Quiso ser actor en algún momento de su vida?
–No. Soy un extraordinario, exitosísimo y empedernido espectador. Carezco de interés por estar en el escenario. Soy tímido, no me gusta la exposición.
–¿En la cabina no se siente como un actor en escena?
–Escondido. No me ven. Por supuesto que actúo, todo el tiempo. Todo el relato: tonos, silencios, enojos (supuestos) y elogios ditirámbicos. El relato es una actuación. Soy más un actor que un narrador. Pero no me ven. Si me piden ahora que les relate un gol, no me animo.
–¿Se podría entender al relato deportivo como un género dramático?
–Indudablemente. Uno está transmitiéndole a la gente algo que la alegra o la hace sufrir. Un gol de River esta tarde, amarga a una parte de la gente con la que tenés que ser respetuoso. Hay un lugar en tu cabeza, que te dice que tenés que ser respetuoso con el derrotado, con el que está sufriendo ese gol. Pero al mismo tiempo hay que ser animoso y entretenido para recrear la alegría del que lo hizo. Pero mejor frenemos acá que me tengo que ir a cabecear.
MUERTE Y RESURRECCIÓN DEL NARRADOR. Anunciar el fin de los narradores, aseverar que quedan muy pocos, es un relato que siempre se repite y que nunca aburre. Antes de suicidarse, el filósofo alemán Walter Benjamin aseveraba en su ensayo El narrador (1936) que el arte de la narración tocaba su fin. “Es cada vez más raro encontrar a alguien capaz de narrar algo con probidad”, decía no sin inmodestia. La narración de la experiencia, oral y colectiva, concluía el filósofo, había muerto en manos del progreso tecnológico y el horror humano.
La reflexión sobre el arte de narrar sigue vigente. Es el oficio de aquellos que saben de la magia de las palabras. Alquimistas que pronunciando palabras secretas forjan otra realidad. Creadores que quizás, relatando un gol o un tiro libre, son capaces de cambiarle la vida a una persona. Víctor Hugo es uno de ellos.