Por Walter Vargas
El debut de Lionel Andrés Messi en la Selección Argentina es de los más insólitos de la historia del fútbol: una noche de hace 18 años, en Budapest, entró de reemplazo en el segundo tiempo versus Hungría y 45 segundos después el árbitro Markus Merk lo expulsó.
El alemán Merk, es cosa sabida, jamás dejó de ser un juez mediocre que hoy se gana la vida como dentista, mientras el chiquilín que fue su víctima por haber intentado sacarse de encima a un rival con un manotazo como tantos, es como mínimo uno de los cinco mejores futbolistas de todos los tiempos.
O acaso el más grande entre los grandes, según mensuran quienes le dispensan un escalón por delante de Alfredo Di Stéfano, de los Ronaldo (el brasileño y el portugués), Johan Cruyff, Pelé y el mismísimo Diego Maradona.
En tiempos donde la patria futbolera lo evaluaba con lupa doble y no pasaba la frontera del pibe rosarino que había transcurrido la adolescencia en Barcelona y con la camiseta blaugrana había debutado bajo el ala de Ronaldinho y había brillado en el Mundial Juvenil de 2005 (revelación y goleador), su bautismo con la albiceleste de mayores era esperado con singular expectación.
Nada pudo haber salido peor y, de hecho, pocos días después, ante los micrófonos de un canal argentino de deportes, Messi confesó que había pasado por su cabeza un pensamiento tremendista: “no me llamen nunca más”.
Pero Messi era demasiado bueno y los sucesivos directores técnicos de la Selección no fueron suicidas ni despistados.
Desde entonces, jamás dejó de ser del elenco estable, incluso después de la decepción del Mundial de Rusia en la que amagó con la despedida definitiva, la misma que llegó a anunciar en el estadio MetLife de Nueva Jersey, después de perder la segunda final de Copa América ante Chile con el lacerante agregado de haber fallado su penal en la tanda de definición.
Abundar sobre las virtudes de Messi dentro del rectángulo de 105 por 70 supone una obviedad que no viene al caso, pura enumeración de Perogrullo, redundancia, vacuidad.
Entonces, ya que el aniversario consiente, vayamos a las no siempre sustanciales estadísticas.
En el caso de Messi sí que se opera una fuerte sinonimia entre números y conceptos.
– No hay otro jugador en la historia de la Selección Argentina que haya merodeado la dos décadas en condición de titular inamovible y figura.
– Primero en el ránking de presencias, con 175: 28 más que Javier Mascherano y 30 más que Javier Zanetti.
– Primero en el ránking de máximos anotadores, con 103, por una sideral diferencia sobre Gabriel Batistuta (56) y Sergio “Kun” Agüero (42).
– Campeón Mundial juvenil, campeón Olímpico, campeón de América, campeón Mundial de Mayores, campeón de la Supercopa UEFA.
¿Qué más?
La conclusión, va de suyo: 18 años después, Messi persiste en ser el único héroe en este Lío.